jueves, 22 de mayo de 2008

25 DE MAYO: FECHA PATRIA ARGENTINA

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Cuando Alicia está con el Sombrerero Loco, la Liebre de Marzo y el Lirón, la Liebre le dice: "Debieras decir lo que piensas” y Alicia responde “¡ Si eso es lo que estoy haciendo! Al menos..., al menos pienso lo que digo..., que después de todo viene a ser la misma cosa ¿no?”
-“¿La misma cosa?¡De ninguna manera!”
Niega el Sombrerero. Y el ejemplo más claro lo pone el Lirón “No es lo mismo decir respiro cuando duermo que duermo cuando respiro” No es lo mismo p ­­ q, que q p, ¿no? ¡Lógica!

Arde Argentina. Desde el fondo de las entrañas, se sacuden embravecidos y enardecidos los fuegos internos. Las llamas caldeadas ya no logran sofocarse en su interior. No resisten tanto tóxico y comienzan a emanar hacia el exterior. No sólo arde desde el centro de sus entrañas como sabemos que está ocurriendo con el volcán Chaitén también ardieron en la ribera de Entre Ríos. Las llamaradas de fuego redujeron la visibilidad causando humo y neblinas.
Pregunto a una alumna:
-¿Por qué faltaste, Sofía?
-Mi papá no podía pagarme el micro escolar. Ayer vendió su celular y hoy pude venir.
A otra niña, le pregunto:
-¿Qué te pasa Maitena? ¿No te sentís bien?.
-Me duele la cabeza –responde.
-¿Almorzaste antes de venir?
-No.
-¿Tenés hambre?...
-Sí.

Los niños tuvieron que hacer una encuesta por el día del trabajador y uno leía en sus respuestas la cantidad de horas que trabajan sus padres 14 o 15 horas incluídos los sábados por, en el mejor de los casos, $1.200 para mantener a 5 o 6 hijos, sueldos en negro y tantos otros niveles de explotación que quedaba absorta escuchando realidades que supone superadas, en tanto, años construyendo los derechos del niño, los derechos humanos, un estado persiguiendo las evasiones cuando es el estado el primero en pagar en negro, etc. (Me recuerda el libro: Cultura y Simulacro de Baudrillard). Mas luego venía a mi mente qué podría sorprenderme cuando mi propio sueldo se iguala al de un portero (y no porque un portero gane bien) o un amigo mío Doctor en física, investigador del CONICET (el centro princeps de investigación en la Argentina) gana $2.500.

Arde Argentina. Arde y duele.

Lo más conmovedor es que los niños desean venir a la escuela.
Una profesora nos decía: “Las discrepancias entre las sensaciones de profesores y estudiantes hablan de sujetos que establecen relaciones distintas con la realidad cotidiana de la escuela”.
El malestar tiene que ver, en parte, con la dificultad de poder establecer distancias con lo que nos incomoda, conmueve o enoja, plantear matices, y poder ver alguna perspectiva de cambio. En la literatura la existencia de un narrador que piensa desde afuera de la experiencia, sugiere que los humanos pueden “apoderarse de la pesadilla y no sólo sufrirla"

Poder salirse de la pesadilla, entonces, para no quedar encerrados en el eterno padecimiento, o en la caída melancólica.

Esta misma profesora toma un pasaje de la filósofa Arendt con el que deseo homenajear este nuevo aniversario de la gesta de Mayo, fecha patria para los argentinos, en cuanto este día nos rememora el intenso deseo de romper con todo intento de esclavitud y lograr la independencia de todo tipo de opresión .

“Para cerrar estas reflexiones sobre la cuestión del malestar, y aunque suene repetido, quisiera retomar a Arendt y sus planteos en un artículo que escribe llamado: "La crisis de la Educación", un texto que escribió en 1954 pero que conserva mucha actualidad. Allí, Arendt postula que la educación es “el punto en el cual decidimos si amamos al mundo lo suficiente como para asumir una responsabilidad por él, y de esa manera salvarlo de la ruina inevitable que sobrevendría si no apareciera lo nuevo, lo joven. Y la educación también es donde decidimos si amamos a nuestros niños lo suficiente como para no expulsarlos de nuestro mundo y dejarlos librados a sus propios recursos, ni robarles de las manos la posibilidad de llevar a cabo algo nuevo, algo que nosotros no previmos; si los amamos lo suficiente para prepararlos por adelantado para la tarea de renovar un mundo común.” Es importante, entonces, volver a plantearse la generosidad con los que llegan, confiar en que van a hacer algo mejor. Aún cuando el mundo sea muy injusto y la realidad muy dolorosa, pensar que puede haber otros futuros es antes que nada ser generoso con los que vienen, y con nosotros mismos. Que no estamos condenados al padecimiento".

jueves, 1 de mayo de 2008

PARA LEER EL NUEVO POSTEO CLICKEAR DONDE DICE: MAYO.

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HOMENAJE A SILVIA BLEICHMAR.

Quiero citar unos párrafos del libro “La subjetividad en riesgo” de la Dra. Silvia Bleichmar. Psicoanalista argentina fallecida que nos ha dejado un entrañable y riquísimo material.

Me gustaría pensar estos recortes aúlicos vividos y narrados abajo. Podemos percibir un niño que sufre, dando cuenta de su dolor.

Durante la transferencia se ponen en juego varios afectos. Por un lado, mi intento de contener y aliviar el malestar del niño, mi propia incapacidad o la sensación de una insuficiente o fallida intervención, que gira en torno de la imposibilidad de mi entera entrega a la escena, mi mente no sólo intenta estar ahí sino que se inquieta entre los otros niños que entran o salen del salón, se pelean, o toman partido, mientras transcurre la situación.

Experimento malestar por esto. Comienza a sumarse, además, la percepción de mi propio sufrimiento, mi propio malestar.

¿De qué propio sufrimiento o malestar estaría hablando?

Dice Bleichmar... “Hace ya años el pensamiento de Marcuse definió como “represión sobrante” los modos con los cuales la cultura coartaba las posibilidades de libertad no sólo como condición del ingreso de un sujeto a la cultura sino como cuota extra, innecesaria y efecto de modos injustos de dominación.

Con el mismo espíritu podríamos definir hoy como “sobremalestar”, o “malestar sobrante”, la cuota que nos toca pagar,la cual no remite sólo a las renuncias pulsionales que posibilitan nuestra convivencia con otros seres humanos, sino que lleva a la resignación de aspectos sustanciales del ser mismo como efecto de circunstancias sobreagregadas.

Las dificultades materiales, la imposibilidad de garantizar la seguridad futura y el cercenamiento de metas, en general, no alcanzan para definir, cada una en sí misma, este “malestar sobrante”- si bien cada una de ellas y con mayor razón todas juntas podrían ser motivo del mismo en numerosos seres humanos.

El malestar sobrante está dado, básicamente, por el hecho de que la profunda mutación histórica sufrida en los últimos años deja a cada sujeto despojado de un proyecto trascendente que posibilite, de algún modo, avizorar modos de disminuciòn del malestar reinante.

Porque lo que lleva a los hombres a soportar la prima de malestar que cada época impone, es la garantía futura de que algún día cesará ese malestar, y en razón de ello la felicidad será alcanzada. Es la esperanza de remediar los males presentes, la ilusión de una vida plena cuyo borde movible se corre constantemente, lo que posibilita que el camino a recorrer encuentra un modo de justificar su recorrido.

Y el malestar sobrante se nota particularmente, en nuestra sociedad, en el hecho de que los niños han dejado de ser los depositarios de los sueños fallidos de los adultos, aquellos que encontrarán en el futuro un modo de remediar los males que aquejan a la generación de sus padres. La propuesta realizada a los niños- a aquellos que tienen aún el privilegio de poder ser parte de una propuesta- se reduce, en lo fundamental , a que logren las herramientas futuras para sobrevivir en un mundo que se avizora de una crueldad mayor que el presente.

La “vejez melancólica”, dice Norberto Bobbio en ese maravilloso texto: De senectute, es la conciencia de lo no alcanzado y de lo no alcanzable. Se le ajusta bien la imagen de la vida como un camino, en el cual la meta se desplaza siempre hacia delante, y cuando se cree haberla alcanzado no era la que se había figurado como definitiva. La vejez se convierte entonces en el momento en el cual se tiene plena conciencia de que no sólo no se ha recorrido el camino, sino que ya no queda tiempo para recorrerlo, y hay que renunciar a alcanzar la última etapa.

Somos parte de un continente que ha sido arrastrado a la vejez prematura, cuando aún no había realizado las tareas de juventud y es en razón de ello que nos vemos invadidos por la desesperanza, la cual toma la forma, en muchos casos, no de la depresión sino de la apatía, del desinterés.

Los psicoanalistas contribuimos poco a la resolución del malestar sobrante cuando, en lugar de encontrar los resortes que lo producen-no sólo en el mundo entorno, en nuestros pacientes y en los espacios en los cuales nos corresponde dilucidar las fuentes del sufrimmiento, sino también, en nuestra propia teoría y en los paradigmas que suponemos nos sostienen-nos consideramos sus víctimas, sumando al desaliento la parálisis intelectual y la oquedad de fórmulas que ya no sirven sino como rituales despojados de sentido.

El malestar sobrante está dado por algo más, que somete al desaliento y a la indignidad, y nos melancoliza como viejos. El malestar sobrante está dado por la cantidad de inteligencia desperdiciada, de talento y entusiasmo sofocado, con el cual cada uno paga el precio de su propia inserción.

Si lo imprevisible es lo posible, al menos que no nos tome despojados de nuestra capacidad pensante, que es aquello que puede disminuir el malestar sobrante, ya que nos permite recuperar la posibilidad de interrogarnos, de teorizar acerca de los enigmas, y mediante ello, de recuperar el placer de invertir lo pasivo en activo