martes, 14 de octubre de 2008

ACERCA DE LA FRAGILIDAD DE LAS COSAS...

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Llego a la escuela. El portero sale a mi encuentro para decirme que encontró la huerta de vidrio diseminada por el salón. Las habíamos realizado con los nenes de tercer grado un par de semanas atrás. A partir de los cambios que en ellas se van produciendo, los niños van completando una ficha de observación.
Efectivamente: las papas, cebollas, remolachas, batatas... permanecían con sus hojas y largas raíces en distintos sectores del piso del aula en medio de un gran charco de agua. Los frascos eran los únicos que permanecían en la ventana.
Una nueva decepción me sacudió. No es la primera vez que sucede. Ya hemos perdido algunas plantas por ejemplo las de ajo y las de zanahoria. Del ajo nunca supimos su paradero mientras que las zanahorias aparecieron rotas y otras en el tacho de basura.
Es complicado intentar sostener procesos de pensamiento que requieran materiales en procesos de transformación o láminas confeccionadas por los nenes, pues suelen aparecer rotas o desmembradas.
Recuerdo lo ocurrido en una clase de ciencias. Estábamos observando las partes de una planta. Un curioso niño observando con atención la planta que sostenía en sus manos preguntó por dónde respiraban las plantas. Agrega: "Nosotros tenemos nariz, ¿qué tienen las plantas para poder respirar?.
Les hablé entonces de los estomas y se entusiasmaron con la idea de poder verlos en el microscopio. Pedí microscopios en la biblioteca (ya que no tenemos laboratorio) pero la bibliotecaria dijo que no teníamos ese tipo de instrumentos. Una colega tenía uno guardado en su armario. Era de su propiedad pero creía que ya no funcionaba. Pasé parte de la hora intentando arreglar el artefacto. La magia del tema se iba desvaneciendo a medida que pasaba el tiempo.
Finalmente logré hacerlo funcionar y los niños a través de una larga fila pudieron observarlos.

Ah!!!Mi querido Ministro y técnicos en educación. Muchas son las teorías y pensamientos que se elaboran sobre un escritorio. Lejos está la realidad concreta de las aulas. Piden que enseñemos a pensar, a sostener y trabajar con procedimentales del pensamiento como: observar, comparar, hipotetizar, etc, etc... utilizando estrategias y elementos que nos permitan arribar a conclusiones. Pero el escenario escolar de la desidia (que no es únicamente aúlica sino del modo de habitar de muchos ciudadanos argentinos que por ejemplo escriben los escritorios de las escuelas o pintan con aerosol esculturas o rompen los juegos de las plazas públicas, o los bancos de los trenes, etc) hace que resulte agotadora y pesada la tarea: no contar con el material adecuado para llevar a cabo ciertas experiencias, encontrar el trabajo que llevó tiempo y esfuerzo roto o desmembrado.
Siempre sin responsables o con la firme convicción como una vez dijo un alumno mío: "total, acá no pasa nada". Finalmente muchos docentes terminan explicando con una tiza y el pizarrón, en el mejor de los casos. Y nadie podría ilustrarlo mejor como el filósofo Baudrillard (fallecido hace poco) en su obra "Cultura y simulacro": Me interesa descubrir las ambigüedades, los desequilibrios, toda esa parte maldita de la que hablaba Bataille. Mi pasión no es la de saber sino la de identificar la fragilidad de las cosas, la reversibilidad de la ilusión, las contradicciones de la existencia. Y la escritura y el lenguaje son una forma de jugar con eso, aunque no la única. J. Baudrillard