sábado, 8 de marzo de 2008

SIEMBRA VIENTOS Y COSECHARÁS TEMPESTADES.

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El 10 de marzo se cumple un mes de este blog. Durante este tiempo pensé qué subir. No justamente por no tener qué decir sino simplemente porque se me agolpaban tantos temas que no podía realizar un sólo recorte. Finalmente decidí compartir esta experiencia:

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Habiendo empezado un nuevo ciclo lectivo, me preparaba obstinada a luchar sin tregua contra un sistema, que, aguerrido combate intentando dominar mis fuerzas.

La última semana de compensación repartí mis esfuerzos pintando el salón para borrar las escrituras colmadas de improperios de los más escandalosos que el lector pueda imaginar. Como por ejemplo: (Firma el puto de 3ro B- Esta noche chupame la pija- No seas cagón “PELOTUDO”- Julián cojeme asta morir, etc. etc.). ¿Qué podría inquietarme de esos graffitis escritos con liquid o fibrón sobre las paredes?. ¿Qué necesidad tenía de borrar con la pintura esas palabras que hoy en día parecen no asombrar, ni inquietar, ni ruborizar a nadie?. Ni siquiera a mis alumnos de primer ciclo, porque muchos de ellos las usan, porque muchos de ellos las escuchan a diario. Alguien dijo por ahí: No existen las MALAS PALABRAS simplemente existen palabras.

Pero entonces ¿qué me conmovía?. ¿Por qué me obstinaba en gastar dinero y esfuerzo?. Luego recordé una nota publicada en la Nación realizada a Santiago Kovadloff, quien decía: “La decadencia de los pueblos suele iniciarse con el envilecimiento de las palabras, con el abandono del interés por lo que implican como signos de aptitud para la convivencia, la recíproca credibilidad y la preservación de los matices que hacen posible el entendimiento”.

De la calidad y del rigor del lenguaje dependen también la calidad y el rigor del pensamiento, decía un profesor mío de filosofía pero había más...

Yo pensaba que mi obsesión por borrarlas era simplemente apelar a la censura y punto. Pero cuando pude conectarme con mis sentimientos, advertí que lo que me entristecía profundamente era que encontraba en ellas un BORRAMIENTO DEL OTRO HUMANO. Fue esa indiferencia social en la que todo da lo mismo. Ya no hay construcción de intimidad, lo público (como las paredes, los bancos, etc.) es usado bajo el capricho y el arrasamiento. Además, está acompañado y reforzado por un medio social en el que no dejamos de ver ejemplos en la televisión o en la radio o en los posters, donde en la mayoría de los programas se habla con un vocabulario soez, en los cuales, cualquiera dice cualquier cosa de otros, muchas veces calumniándose unos a otros, o se llega a extremos del mal gusto, con tal de subir los puntos de rating.

Pinté, lavé los vidrios y limpié la sala (ya que los porteros de la noche endilgan la limpieza de mi salón a los de los turnos anteriores y viceversa, finalmente ninguno de ellos responde en su función). Coloqué las cortinas que había hecho el año anterior y que me había llevado a casa para lavar. Lucían almidonadas y frescas.

Finalmente me senté en mi escritorio y miré el aula. Era el último viernes anterior al inicio de las clases y por un momento me sentí fatigada.

Para terminar retomo a Santiago Kovadloff, quien señala: “Poco pueden importarnos nuestros semejantes si hacemos un uso prostibulario del lenguaje. Si no nos interesa lo que decimos ni el modo en que lo hacemos, tampoco pueden interesarnos aquellos con quienos nos comunicamos”. Esto tiene sus consecuencias y de hecho ya las estamos padeciendo. No es solamente peligroso es además bíblico: SIEMBRA VIENTOS Y COSECHARÁS TEMPESTADES.

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